lunes, 18 de febrero de 2013

Próximo destino

Una fina lluvia humedecía el asfalto. No encontraba su maleta en el interior del maletero del autobús. Entonces se cruzó ella, simpática, agradable y, sobretodo guapa.
-Lo siento, creo que hemos confundido las maletas. -dijo tímidamente una chica de pelo moreno, piel oscura  y cara fina.
Sus miradas se cruzaron momentáneamente. Ambos sonrieron bobaliconamente y acto seguido intercambiaron el equipaje. 
-Ya decía yo que mi maleta no llevaba un lazo rosa. -dijo él en un intento para quitar peso al asunto y a la vez parecer gracioso.
-Sí, no te pega mucho.
Ambos se separaron esbozando una sonrisa. Al intentar salir por la puerta de la estación volvieron a tropezar el uno con el otro. Él, prestando su mejor sonrisa, la invitó a salir primero caballerosamente. Durante todo el camino fueron el uno al lado del otro, esperando el semáforo, andando por la calle... 
Es bastante guapa, pensaba él mientras la observaba por el rabillo del ojo. Además, su voz era dulce, su sonrisa preciosa y le había parecido muy simpática.

Perdona, me has parecido una chica tremendamente atractiva. Tu sonrisa cuando hemos cruzado las palabras me ha vuelto loco. Desde que hemos salido de la estación no hemos hecho nada más que coincidir, y desde ese preciso instante no he podido dejar de mirarte, no he dejado de pensar en que podría decirte. Desde el primer momento en que has hablado se han acelerado las pulsaciones. Y ahora que te hablo siento que se me va a disparar el corazón. Me encantaría conocerte, me encantaría verte de nuevo,¿me darías tu número?¿me dejarías llamarte?

De repente salió de ese pensamiento en que se había sumergido. Miró hacia atrás buscándola, dispuesto a hablarle, dispuesto a contarle lo que pensaba, pero no estaba, había desaparecido. Debió haber girado en la anterior esquina, mientras estaba despistado. Todo seguía normal de nuevo, todo seguía su curso. Repentinamente oyó una voz por delante de él. Una chica parada en la acera le estaba hablando. 
-Parece que fuéramos al mismo sitio -se escuchó entre una risita- ¿Cómo habías dicho que te llamabas?
Era ella, estaba allí. Su corazón se aceleró de nuevo. Su mundo se paró. Y, decidido, se acercó a ella.

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