viernes, 1 de febrero de 2013

Un día menos

No hace mucho había un día a la semana que esperaba con ansia. Deseaba que llegase el viernes, fuera una buena o una mala semana. Sabía que ese día siempre reia, siempre disfrutaba, sabia que por imposible que lo considerase se me olvidaba todo. Como el mejor antibiótico me curaba de lo que huriera pasado.
Ahora las cosas son diferentes. No hay sonrisa, no hay nada que disfrutar, ni mucho menos medicina que cure herida alguna, al contrario. Ha quedado un día triste, un día empañado, un día más, aunque mejor dicho, un día menos, porque para nada suma en mi vida. Los recuerdos me nublan y cuando no son ellos es la sensación de soledad. La sensación de que ha pasado una semana más, que el día anterior salí para disfrutar y, semana tras semana eso no ocurre, no lo hago. Busco inutilmente una sonrisa en alguna parte que me haga sentir mejor, pero eso no existe, tras la barra del bar sólo queda el final de otro día en el que no soy capaz de avanzar, en el que ni puedo ni quiero encontrar a alguien que me haga cambiar de parecer. Viernes tras viernes veo que una semana más no ha existido persona alguna que me haya hecho sonreír, que me haya parecido especial, que haya conseguido que el viernes tome otro significado que no sea el de pensar que los días no merecen la pena en este lugar. Quizá en la cama esté mejor que en ninguna otra parte.

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