sábado, 26 de enero de 2013

Se pueden confundir sueño y realidad

Ayer volví a soñar. Era nítido y real como pocos, de esos que una vez despierto consiguen mantenerte aún sumergido en ellos, inhibiendo nuestra capacidad de diferenciar lo veraz de lo falso hasta que, finalmente, la realidad nos devuelve la cordura.
Sentía el aroma dulce de su cuello, la suavidad de su piel, el cosquilleo de su aliento al hablarme. Sentía hechizarme de ella, sentía reales nuestros susurros, sentía las ganas irrevocables de rozar su piel con mis labios y como con placer me correspondía cada uno de los besos que le daba, con el mismo ímpetu, con la misma pasión. Los escalofríos recorrían mi cuerpo a la par que sus labios mis mejillas y mi cuello. Sentía su cuerpo pegado al mío, sentía el calor de su abrazo, sentía como yo se lo devolvía con cariño y veía como su sonrisa provocaba la mía, como sus ojos mirándome hacían que brillasen los míos. 
Al despertar me di cuenta que no había nadie conmigo, que no desayunaría a su lado, tenía la ingenua sensación de que me habían arrebatado lo que no había tenido. No conocía aquellos ojos que en sueños se me habían clavado, no había visto nunca aquel dulce rostro. Había sido todo un sueño, un sueño que me hizo confundir la realidad, que me hizo sentir especial, que me hace pensar si esos ojos existirán en algún lugar. Quiero encontrarlos, necesito encontrarlos.

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