Sentía el aroma dulce de su cuello, la suavidad de su piel,
el cosquilleo de su aliento al hablarme. Sentía hechizarme de ella, sentía reales
nuestros susurros, sentía las ganas irrevocables de rozar su piel con mis
labios y como con placer me correspondía cada uno de los besos que le daba, con
el mismo ímpetu, con la misma pasión. Los escalofríos recorrían mi cuerpo a la
par que sus labios mis mejillas y mi cuello. Sentía su cuerpo pegado al mío,
sentía el calor de su abrazo, sentía como yo se lo devolvía con cariño y veía como su
sonrisa provocaba la mía, como sus ojos mirándome hacían que brillasen los
míos.
Al despertar me di cuenta que no había nadie conmigo, que no desayunaría a su lado, tenía la ingenua sensación de que me habían arrebatado lo que no había tenido. No conocía
aquellos ojos que en sueños se me habían clavado, no había visto nunca aquel
dulce rostro. Había sido todo un sueño, un sueño que me hizo
confundir la realidad, que me hizo sentir especial, que me hace pensar si esos ojos existirán en algún lugar. Quiero encontrarlos, necesito encontrarlos.
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