No hay un lugar ni un momento en el que muera
el amor, pero si hay un lugar donde se le mata, donde es asesinado. Muere sin quererlo, sufriendo
cada noche por la herida que se le ha ido haciendo y que en muchas ocasiones se
sigue repitiendo sin apenas notarlo. Ese golpe certero que consiguió herirlo de
muerte. Así es como muere el amor, nunca de viejo, porque así no puedo hacerlo,
nunca en una cama por la noche sin notarlo ni sufrir. El amor muere sufriendo,
lentamente, poco a poco, como una llama que sin oxígeno se consume e intenta
inútilmente respirar en una oscuridad cada vez más tenue, cada vez más triste,
en plena soledad.
0 comentarios:
Publicar un comentario