Los rayos de sol entraban por doquier por la ventana
molestándome e interrumpiendo mi sueño. La noche anterior había olvidado cerrar
la persiana. Miré el reloj descubriendo con sorpresa que no era tan temprano
como esperaba. Retenía en los labios un leve sabor a alcohol de la noche
anterior, me encontraba algo mareado. Al encender el ordenador tu no estabas.
Recordaba haber hablado por teléfono después de habernos visto, pero sin
dejarnos nada claro, prácticamente hablando por inercia debido a lo avanzado de
la noche. Esperaba encontrarte allí conectada pronto para poder hablar mejor
contigo. Pensé en irme, pero ya era demasiado tarde, posiblemente no llegaría a
coger el autobús y, en definitiva, tampoco tenía prisa. Esperé tras el
ordenador un largo tiempo, aguardando poder hablarte, hasta que, finalmente,
sonó el móvil.
Tras comer nos quedamos solos. Me gusto por fin abrazarte y
besarte. Hasta entonces casi había perdido la esperanza de verte hoy, pero,
como otras muchas veces, estaba equivocado.
Nunca comprobé que un sofá resultara tan cómodo para dos
personas que permanecían tumbadas en él. Estaba realmente a gusto abrazo a ti,
allí tirado. Si se podía ser feliz, sin duda alguna, tenía mucho que ver con
aquello. Aquella comodidad tan placentera a tu lado después de haberte hecho el
amor y con ganas de nuevo de volvértelo a hacer. Hubiera permanecido allí todo
el día, todo el fin de semana si hubiera sido necesario. De camino a la
estación casi deseaba perder el autobús para poder dar media vuelta y regresar
de nuevo a tu lado para abrazarte y para poder terminar aquella tarde contigo,
la cual deseaba que se repitiese pronto.
0 comentarios:
Publicar un comentario