sábado, 20 de octubre de 2012

Viernes

Iba camino de la estación cuando me vibró el móvil. Fue un toque corto. Al mirar vi tu número en la pantalla.
Me apresuraba por ponerme pronto a cubierto en el interior de la estación. Una nube negra se había posado sobre la ciudad y no tardaría mucho en dejarse notar.
Poco a poco los viernes se estaban convirtiendo en mi mejor día de la semana. Pasaba toda la tarde contigo y me encantaba, me sentía genial a tu lado. Aquellas tardes me dejaban un regusto de felicidad pasmoso, pero esta última, en especial, lo había acentuado más. Habría pasado mucho más tiempo contigo disfrutando y haciéndote disfrutar sin tregua. Admirándote en cada abrazo y regocijándome en cada beso.
De camino a casa me limité a escuchar música y esperar que finalizase el trayecto para hablar contigo, pero, durante la espera, me di cuenta que en mi cabeza no dejaba de rondar la  sensación de satisfacción de aquella tarde y, mordiéndome el labio y acentuando mi respiración, cerraba los ojos recordando la imagen de tu cuerpo desnudo y de mis manos y mi lengua recorriéndolos suavemente y sin descanso. 

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