Me apresuraba por ponerme pronto a cubierto en el interior
de la estación. Una nube negra se había posado sobre la ciudad y no tardaría
mucho en dejarse notar.
Poco a poco los viernes se estaban convirtiendo en mi mejor
día de la semana. Pasaba toda la tarde contigo y me encantaba, me sentía genial
a tu lado. Aquellas tardes me dejaban un regusto de felicidad pasmoso, pero
esta última, en especial, lo había acentuado más. Habría pasado mucho más
tiempo contigo disfrutando y haciéndote disfrutar sin tregua. Admirándote en
cada abrazo y regocijándome en cada beso.
De camino a casa me limité a escuchar música y esperar que
finalizase el trayecto para hablar contigo, pero, durante la espera, me di cuenta
que en mi cabeza no dejaba de rondar la sensación de satisfacción de aquella tarde y, mordiéndome
el labio y acentuando mi respiración, cerraba los ojos recordando la
imagen de tu cuerpo desnudo y de mis manos y mi lengua recorriéndolos suavemente
y sin descanso.
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