sábado, 6 de octubre de 2012

Al final de la multitud

Me vestí con más ganas que nunca. Elegí con cautela lo que me iba a poner y me miré largo tiempo al espejo hasta quedar completamente convencido. Quería gustarte tanto como sabía que me ibas a gustar tu a mí. Bajé a la calle, Mi exaltación era palpable, tenía ansias por llegar ya y no esperar más tiempo para buscarte entre la multitud. Busqué concienzudamente, di vueltas hasta que, impaciente, decidí llamarte. No estabas allí. ¿Cuánto más tenía que esperar para verte?
El tiempo se alargaba por tu ausencia hasta que pude de nuevo ir en tu busca. No sin inconvenientes recorrí lo más rápido que pude el camino hasta dónde estabas. Al fin había llegado. Crucé la puerta y avancé abriéndome hueco entre un pastillo de gente. Como no podía ser de otra forma, al final de aquel pasillo estabas tu. Vi el reflejo de tu cara entre la gente y se me dibujó una sonrisa difícil de disimular en la cara. Llegué ansioso hasta ti y te saludé menos efusivamente de lo que me hubiera gustado.
Solo podía pensar en el tiempo que llevaba sin verte de ese modo. No me había equivocado al pensar lo mucho que me ibas a gustar. Camisa, pantalón, medias y tacones no hubieran sido suficientes para parar mis ganas de sentirte cerca de no haber sido por la gente que nos rodeaba. El tiempo se me hizo corto y me fui decepcionado por no haber podido prolongar aquel tiempo a tu lado algo más, pero en el fondo había dentro de mí una chispa de felicidad por haber podido ver a aquella chica que me parecía tan hermosa. Aunque mi felicidad habría sido mucho mayor de saber lo que pronto me esperaba.

0 comentarios:

Publicar un comentario