Me pregunto cuál será el dichoso momento en que nos quedemos
al fin solos. Me cambió definitivamente la cara al ver que toda la ilusión que
tenía puesta en esa tarde se esfumaba con la mera presencia de una persona, y
aún pasando el tiempo contigo, como quería, aquello impidió que estuviéramos de
la forma en la que quedábamos dibujados en mi imaginación. Imaginación que se
hizo difusa y triste según transcurría el tiempo a tu lado e iba perdiendo poco
a poco la esperanza de abrazarte y tumbarnos, de besarte y, sin miedo ninguno, comerte la boca. Aunque, esto
último, no sea tanto deseo como realidad, y el haber sentido por un explosivo
instante tu lengua junto a la mía de esa forma merece que hoy me acueste
pensando que mañana será otro día, que te quiero más que a nada y que hoy solo
ha servido para que ansíe con más ganas quedarnos a solas.
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