Hablaste de lo que te gustaría en ese momento. Que te
abrazara y te diera besos. Con ello provocaste un cosquilleo eléctrico que recorrió
mi espalda, encogiéndome y erizándome el vello. Me hiciste recordar lo bien que
se estaba sobre aquel sofá abrazado a ti, los dos sin ropa, notándonos la piel.
El calor de tu cuerpo pegado al mío y sentirla tan suave, sentir tu roce en mi
mientras, encima de ti, acaricio lentamente tu pecho, haciendo espirales con
mis manos sobre él y cada centímetro
volverlo más suave hasta terminar con la lenta caricia de la yema de mis dedos.
Desgastar con miles de caricias tu piel ayudándome de cientos de besos. Me contagiaste
el recuerdo de estar contigo y unas ganas de ti que, raramente, dormían.
0 comentarios:
Publicar un comentario