Son las 2 de la madrugada y no consigo conciliar el sueño. Desde que me acosté doy vueltas en la cama, recorriéndola
de esquina a esquina y maltratando la almohada intentando colocarla en una
posición confortable. Quiero dormir y que llegue pronto mañana, pero no puedo.
Me encuentro como un niño de 3 años nervioso por su primer día de colegio o, algo
que aún me es más cercano, como un jugador de baloncesto el día antes de un
partido importante. Deseo tanto que llegue ya mañana y que por fin nos juntásemos
los dos de nuevo que los nervios me impiden cerrar los ojos. Llevo todo el día
dando vueltas y se, que tarde o temprano, caeré agotado, pero no por conciencia
propia. Quiero desfallecer ya y encontrarme con que ya es de día, con que
queda muy poco tiempo para volver a verte.
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