Desde aquí sentado, mientras escribo, puedo oír el piqueteo
de las gotas de lluvia en el frío asfalto. Se escuchan a la perfección las
ruedas de los coches rompiendo la fina capa de agua mientras se deslizan sobre
ella salpicando las aceras por donde los transeúntes se apresuran evitando la
tormenta. Escribo con el absoluto deseo de tumbarme junto a ti con este sonido
de fondo. Abrazarnos fuertemente bajo las mantas, escabulléndonos del frío
invernal que se ha presentado súbitamente. Pasar la tarde escuchando tronar
asustados como niños y permanecer durante segundos inmóviles bajo el calor de
nuestros alientos, esperando el estruendo tras el último relámpago. Imagino cerrar
los ojos relajadamente con tu cabeza apoyada en mi pecho, sintiendo el
hormigueo de tu pelo y tu respiración en mi tripa, quedándome plácidamente
dormido, sin apenas darme tiempo de articular un “hasta mañana amor”.
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