domingo, 20 de mayo de 2012

Trago amargo

Día tras día la veía posada en aquella bandeja del frigorífico, prácticamente cubierta por la escarcha que dejaba la pared del mismo, hasta que aquella noche decidí que debía sacarla. La dejé sobre la mesa y estuve un largo tiempo con el vaso en la mano, indeciso entre abrirla o volverla a guardar. Era como cualquier otra, sin importancia, pero no podía mirarla sin pensar que abrirla era renunciar a tomar aquel trago contigo. Tampoco podía dejarla ahí y echarte de menos cada vez que la viera, ya eran suficientes las horas del día en que lo hacía, no creo que fuera necesaria ninguna más. La abrí sin ganas, la rosca tampoco emitió ningún sonido, tal vez aquella botella respetaba mi silencio. La vertí en el vaso deseando que no dejase espuma para una buena excusa por la cual no beberla contigo, pero no no fue así. El vaso quedó perfecto, la cantidad idónea de espuma y un cristal empañado que hacía alusión al frío de aquella cerveza. Cayó por mi garganta mas amarga que ninguna otra, sabía que te echaría de menos cuando la bebiera, pero no pensaba que sería tanto. Un nudo se plantó en mi estómago mientras recordaba los buenos momentos contigo, todas las que nos habíamos bebido hasta entonces y todas las que me bebería aun contigo, pero aquel nudo lo afianzaba el pensar que, tal vez, en aquel verano, sería difícil pasar todo el tiempo que deseaba estar contigo disfrutando de una cerveza como aquella que compré para beberla contigo y hoy me tomaba solo.

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