sábado, 26 de mayo de 2012

Me pediste un cuento II

"Había pasado el tiempo desde aquel primer encuentro y aquella primera conversación. El niño dulce que escuchaba caracolas había crecido, al igual que también había crecido el cariño que profesaba por aquella amiga que conoció un día y que no supo dejar de querer. Aquel niño vivía ahora cerca de un puerto de color ceniza al que solo le daban color los cientos de muelles y grúas de carga. Estas vistas le hacían envidiar aquella playa de arena fina, brisa suave y horizonte celeste donde la encontró por primera vez, pero aquello no impedía que al escuchar el mar, el niño, ya no tan niño, se acordase de su caracola. Cada vez que arreciaba la tempestad él sabía que era porque su caracola estaba mal, y dejando todo atrás recorría el camino que le separaba de ella para intentar animarla, hacerla olvidar o, simplemente, haciéndola saber que podía seguir hablando con él pasase lo que pasase, que sus palabras siempre estarían para reconfortarla, al igual que a él le reconfortaba oír el mar en sus días malos, y en él el susurro de su caracola."

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