miércoles, 27 de junio de 2012

Síndrome de Estocolmo


Te debería haber raptado en ese mismo instante en el que me besabas. Haberte agarrado por la cintura y acercarte a mí para besarte impetuosamente y después cogerte de la muñeca y  haberte llevado conmigo hasta  mi coche, aparcado no muy lejos de aquel portal que cada día me gustaba más. Haberte vuelto a besar allí dentro antes de arrancar camino a un lugar lo suficientemente alejado de la gente que nos pudiera ver, pero lo suficientemente cerca para  besarte de nuevo sin esperar demasiado. Una vez allí, despreocupados, volver a probar con excitación tus labios y revolcar tu lengua con la mía con todas las ganas que me abordaban en ese momento. Recorrer tu cuello con besos y hacerte el amor allí mismo en aquellos asientos. Y que finalmente, cuando te separases de mí, ansiases que te volviese a raptar.

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