Te debería haber raptado en ese mismo instante en el que me
besabas. Haberte agarrado por la cintura y acercarte a mí para besarte
impetuosamente y después cogerte de la muñeca y haberte llevado conmigo hasta mi coche, aparcado no muy lejos de aquel
portal que cada día me gustaba más. Haberte vuelto a besar allí dentro antes de
arrancar camino a un lugar lo suficientemente alejado de la gente que nos
pudiera ver, pero lo suficientemente cerca para besarte de nuevo sin esperar demasiado. Una
vez allí, despreocupados, volver a probar con excitación tus labios y revolcar
tu lengua con la mía con todas las ganas que me abordaban en ese momento.
Recorrer tu cuello con besos y hacerte el amor allí mismo en aquellos asientos.
Y que finalmente, cuando te separases de mí, ansiases que te volviese a raptar.
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